
Aunque el arte moderno muchas veces es una tomadura de pelo, hay cosas interesantes que ver allí. No voy a enumerar todo aquello que me ha hecho emocionar o sonreir en las dos horas que he estado ahí dentro. Pero me he reencontrado con viejos amigos a los que siempre merece la pena saludar, y he conocido a alguno nuevo. Sólo decir que para ver a Mark Rothko sigue siendo mejor el Tate Modern.
En la foto, un trabajo de Marisol Escobar.
El Rockefeller Center de noche gana bastante.
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